«Están eligiendo la sumisión con los ojos bien abiertos, cambiando su papel de vigilantes por un lugar en la mesa de los multimillonarios.» Así lo expresa Parker Molloy en un análisis devastador sobre el estado actual del periodismo estadounidense frente al segundo mandato de Donald Trump. La renuncia de los grandes medios a su papel crítico no solo es preocupante; es un reflejo de prioridades económicas y políticas que amenazan la integridad del periodismo.
Señales de advertencia antes de las elecciones
La decisión de medios como The Washington Post y Los Angeles Times de no respaldar a candidatos políticos no es neutralidad. Es una señal de cómo se planea manejar la relación con el nuevo gobierno: evitar conflictos y adoptar un enfoque tibio que minimice cualquier enfrentamiento directo con Trump. Este enfoque recuerda el periodo posterior al 11-S, cuando los medios abandonaron su papel de vigilantes para convertirse en animadores de la administración Bush, especialmente durante la marcha hacia la guerra de Irak.
El papel de los dueños multimillonarios
Propietarios de medios con intereses económicos significativos dependen de decisiones regulatorias del gobierno de Trump. Jeff Bezos, dueño de The Washington Post, necesita aprobaciones regulatorias para Amazon, mientras que Patrick Soon-Shiong, propietario de Los Angeles Times, requiere apoyo gubernamental para sus empresas médicas. No es necesario que Trump amenace directamente a los medios; sus dueños ya se están reposicionando para evitar conflictos y maximizar sus beneficios económicos. Han aprendido de ejemplos como Elon Musk, donde alinearse con el poder político puede ser extremadamente rentable.
Un cambio en la narrativa editorial
Los titulares sobre las declaraciones extremas de Trump son más indulgentes, y las historias sobre amenazas a la democracia son tratadas como simple estrategia política. La consolidación de los medios, combinada con incentivos fiscales y regulatorios, significa que las decisiones editoriales ahora responden a intereses corporativos más que al deber periodístico.
¿Qué significa esto para el periodismo?
Las voces críticas serán relegadas a publicaciones especializadas con menor alcance. Las historias importantes, como la corrupción y los abusos de poder, recibirán menos atención en los medios principales. Esta capitulación no protegerá a los medios de los ataques de Trump. Continuará utilizándolos como blancos para movilizar a su base, mientras que estos intentan parecer «imparciales». Aunque en el periodo post-11-S se podía argumentar que los medios fueron tomados por sorpresa, esta vez la sumisión es deliberada y calculada.
¿Qué podemos hacer?
La supervivencia de estas voces será crucial para llenar el vacío que dejan los grandes medios. Es fundamental que las audiencias mantengan presión sobre los medios principales para priorizar la verdad sobre el acceso. Crear y fortalecer espacios que no estén controlados por intereses corporativos.
El futuro del periodismo en este contexto depende de su capacidad para resistir presiones económicas y políticas. Como advierte Parker Molloy, la pregunta no es si los grandes medios responsabilizarán a Trump —claramente no lo harán—, sino si las voces independientes podrán sobrevivir y prosperar en este panorama hostil.